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El duelo cuando la Muerte es Súbita

Es basto conocido que la pérdida de un ser querido es seguido por un período de sentimientos penosos o un proceso de duelo. En el año 1995, la psiquiatra Elizabeth Kübler-Ross describió detalladamente las diferentes ETAPAS por las que cursa habitualmente dicho proceso, así como, sus variables anormales o patológicas. 

Pero, ¿El duelo frente a una muerte súbita, es el mismo duelo que frente a una muerte secundaria, a un proceso de enfermedad progresiva?

El Duelo cuando la Muerte es Súbita 

Las evidencias arrojadas en los estudios llevados a cabo en los últimos años nos dicen que NO. Que el proceso de duelo frente a la muerte de un ser querido de forma súbita reviste particularidades que la diferencian de aquellas que transcurrieron como parte de la evolución de una enfermedad grave. Una de las diferencias es, que la forma súbita, acarrea un riesgo incrementado de duelo de carácter «patológico» por parte de los deudos, situación ésta, que suele pasar habitualmente desapercibida por el entorno próximo. Por ello, es perentorio que se ponga una especial atención y se evalúe sistemáticamente a los deudos de las víctimas de muerte súbita, para identificar y abordar profesionalmente las posibles manifestaciones de duelos anormales.

Entre los cuadros no deseados observados entre los deudos de muerte súbita, se destacan los de depresión severa o crónica, sentimientos de culpa desmedidos, desarrollo del hábito de alcoholismo, conductas agresivas, e incluso, el suicidio.

Las razones posibles de esta diferencia son varias.  Una de ellas es, que la muerte esperada o avisada, permite la preparación y elaboración de ese hecho, saldando rencores y cuentas personales, siempre éstas, de carácter más superfluas que la envergadura existencial de la vida y la muerte misma. Ésto, contundentemente, facilita que el proceso de duelo transite sus etapas de modo más natural hasta su completa resolución.

En la muerte que no da preaviso y que se lleva a los seres queridos de forma trágica, el dolor es más agudo y traumático, porque llega de una manera repentina, prematura, e inesperada, sin la posibilidad de elaborar su partida. Este tipo de pérdida, suele sumergir al doliente en un sentimiento devastador, con connotaciones tanto psíquicas como físicas.

Además, la muerte súbita, genera en los dolientes un sentimiento de sinsentido, de inseguridad, y un amplio vacío de respuestas. Todo ello contribuye a que surjan comunes sentimientos de venganza, impotencia, odio, como así también, la necesidad de hallar un culpable. La culpa es un sentimiento muy común de observar en estos casos. Nace de la idea de que no se hizo lo que se podría haberse hecho. Sabemos que dicho sentimiento puede interferir el normal proceso de duelo y enquistar posteriores alteraciones psico-emocionales y orgánicas.

Inclusive, la misma familia, vista como un todo, necesita adaptarse en varios nuevos niveles. Ya que cada cambio simboliza el cambio de la propia familia. La muerte de la «familia previa». El nacimiento de una «nueva familia». Y ello requiere, indudablemente, tiempo para que sus integrantes logren plasmar esta nueva subjetividad.

El duelo de los hijos

La muerte del padre o la madre es uno de los hechos más estresantes que un niño puede experimentar. Se estima que 1 de cada 25 jóvenes experimentará la muerte de uno de ellos antes de los 18 años de edad.

Existen evidencias que cuando esto ocurre, hay un incremento en los diferentes grados de adversidad familiar, problemas emocionales, alteraciones del comportamiento y mayor probabilidad de depresión y suicidio entre estos niños. Por ejemplo, la tasa de depresión mayor se incrementa unas 13 veces con respecto a los niños que no han experimentado esta desafortunada experiencia.

 Otro dato que ensombrece aún más este hecho, es que los efectos negativos del duelo, en los niños, no se resuelven, a veces, tras el período agudo del duelo, sino que, persisten más allá de los 5 a 12 años, tras la muerte de los padres. 

Estos hechos son compatibles con los resultados hallados en los estudios que evaluaron el funcionamiento del eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal (HPA) de estos jóvenes. Llamativamente, la muerte súbita cardíaca, confiere un tipo específico de respuestas alterada del cortisol en la etapa aguda y a largo plazo (diferente a la muerte por accidente y suicidio). 

Estos resultados, tomados en conjunto, sugieren que los jóvenes que sufren el duelo por la muerte súbita de uno de sus padres, deben ser debidamente evaluados por un equipo multidisciplinario para prevenir y tratar precozmente, si así lo requirieren, las potenciales connotaciones indeseables psico-emocionales y orgánicas secundarias. 

El duelo de los padres

Existen dos picos de mayor incidencia de la Muerte Súbita. Una, durante el primer año de vida (Muerte Súbita del Lactante) y otra, durante la edad adulta (50-60 años) a expensas de los cuadros coronarios agudos.

Aunque toda muerte causa dolor entre los seres queridos, es innegable, que el impacto psico-emocional que genera entre los padres y otros familiares, la muerte de un niño, es de un carácter inigualable. Es contranatural. Uno espera que se vayan antes los padres que los hijos. Y más inentendible y atormentador, cuando se van de modo repentino. Sin siquiera sospechar que algo así podría ocurrir algún día. Menos, ese día. Ese día, a partir del cual, ya ningún padre vuelve a ser el mismo. 

Además de los cuadros de duelo patológico incrementado en los padres, existe un aumento de la tasa de alcoholismo y consumo de drogas, asociados a depresión mayor. Dichas connotaciones indeseables psico-emocionales suelen ser el origen de otros tipos de connotaciones que hemos desarrollado también, como médicas, legales y económicas. 

Entre las consecuencias médicas, es común que los dolientes progenitores residan en el hábito tabáquico, que junto a otras modificaciones conductuales o no, sabemos que incrementan las dolencias cardiovasculares.

Entre las consecuencias legales, se han reportado casos de accidentes de tránsito y agresividad social, mediadas por el desorden psico-emocional.

Con respecto a las consecuencias económicas, son producto, entre otras, por la repercusión en la capacidad productiva laboral, de tales dolencias psico-emocionales.

Todo esto, hace que el deudo vea desmoronar su propia persona en un espiral de concatenados hechos desafortunados. El límite entre, el lógico y esperado proceso natural de duelo, y la desviación patológica del mismo, suele ser estrecho. Además, aún estando en cuadros establecidos, puede solaparse y encubrirse, lo cual, va en detrimento de su concreto reconocimiento y abordaje profesional. 

Su Abordaje 

Un adecuado abordaje profesional del duelo puede evitar que este se convierta en patológico. De acuerdo a Grollman, existen cuatro principales intervenciones que pueden facilitar la elaboración normal de las diferentes etapas de duelo. Cada una es prerrequisito para la siguiente.

Dichas tareas son: Aceptar, Reaccionar, Re-adaptarse, Reinventar.

El abordaje, dirigido a facilitar la reorganización de los roles familiares, requiere que se supervise lo sucedido durante la fase de preparación, la de reorganización y la de finalización del duelo, en el grupo familiar.


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